Morir un poco, un poquito nomás, tirando de un solo manotazo todos los papeles que se llenan de polvo y los ridículos objetos que ocupan tan estorbosamente la superficie de la vida.
Lanzarse al abismo del fracaso, dejar de intentar, soltarse de la cuerda de los simulacros y estrellarse pesadamente contra la pobreza de lo que se es.
Asomarse, beberse, ahogarse en el reflejo de la pérfida belleza que adorna nuestra desnudez, ya despojados del deber ser.