Se puede escribir de día, besar de día, bailar de día. Se puede, bajo la luz que todo lo desnuda a la obviedad, que aclara la diferencia arbitraria entre realidad y ficción. De día, con la música incidental de los niños que juegan y los autos que pasan, con la certeza de que del otro lado del fino límite de la ventana, sigue avanzando la realidad.