Por su esquina del mundo pasa un bus a la hora justa
porque el chófer salió a tiempo
con la camisa celeste bien planchada por su mujer,
respetable señora que madrugó mucho antes
a despertar al mundo
y hacer de comer,
cuando ya estaban despiertos los barrenderos
limpiando las calles en el azul del amanecer.
Sutiles lazos humanos sostienen con fuerza las certezas diarias
como una compleja telaraña a la que le basta un suspiro para caer.
Y se rompe siempre.
Nos deja el tren
se pasa el bus
no suena el despertador.
Se nos caen estruendosamente las monedas del bolsillo
se nos pierde el papelito de la dirección
y de repente nos encontramos perdidos en el estrépito de un efecto dominó.
Entonces ahí nos ocurre la vida
en el accidente que deviene en historia
en la equivocación que deviene en fortuna.
En la ruptura
la rareza
la inconsistencia
la casualidad inoportuna.
Incidentes como lobos que nos hacen Caperucitas
nudos del cuento que nos precipitan al gran final.
Asímismo es la Historia cuando irrumpe:
pinta paredes
levanta adoquines
detiene trenes
buses
aviones
deja las camisas sin planchar
sale a la calle
grita
desnuda
besa
abraza
dibuja consignas en la piel.
Nos complica
y también nos realiza la vida.
Porque solo aquello que nos rompe
no da el ser.