Poquito

Cada día de la mujer suelo recibir muchos regalos: mujeres conocidas y desconocidas que me abrazan y me sonríen como si tuviéramos una relación entrañable de toda la vida; vivo conversaciones donde conozco historias tan ajenas como propias; tengo la oportunidad de salir a la calle, de pintarme, cantar, bailar, gritar. Siento la potencia de mi sangre correr con más ímpetu que cualquier otro día del año y no es extraño: es mi alma conectada, como en ningún otro momento, con la de muchos otros seres que comparten mi latir.

Pero todos esos regalos no son presentes como los que se ofrecen en un cumpleaños. Son mucho más: son tesoros que se construyen colectivamente en la lucha cotidiana, manifestaciones de una hermandad que reinventamos todos los días del año y que el ocho de marzo toma forma en las avenidas, en las plazas, en los barrios, en las casas.

Entonces, podrá usted entender que cuando me dice «feliz día«, en realidad me está ofreciendo muy poco.

Recibir flores y bombones es poco cuando lo que les estamos pidiendo es que se detengan a analizar si nuestras relaciones como amigos, como compañeros, como familia o como pareja, son realmente relaciones entre pares. Cuando lo que queremos es que se cuestionen cuántas veces violentaron a una mujer, cuántas veces se quedaron sentados esperando a que les sirvan un plato de comida o cuantas veces por defecto descartaron nuestro punto de vista.

Que nos den asientos y vagones exclusivos en el transporte público como si fuéramos seres indefensos es ridículo, cuando lo que estamos reclamando es que no nos metan la mano por debajo de la falda, que no nos apoyen el pene en la nalga, que no nos hagan sentir terror cuando vemos que se acercan con una mirada lasciva y un paso decidido hasta nuestro asiento porque no sabemos qué es lo que nos pueden llegar a hacer.

Que insistan en el viejo cumplido de que somos «la flor más bella» es absurdo, cuando lo que estamos demandando es que nuestra apariencia personal no sea lo que determine nuestro éxito en la vida. Cuando esperamos que abran los ojos y las mentes para entender que hay diferentes formas de belleza y que existen muchas formas distintas de ser mujer.

Que nos releguen al papel de musas o inspiradoras es una burla, cuando nosotras también somos artistas, escritoras, pintoras, teatreras, directoras, cineastas y estamos ansiosas por ver al mundo narrado también desde nuestro punto de vista.

Que hagan una esquela empresarial de “feliz día de la mujer” es misérrimo, cuando lo que estamos exigiendo son condiciones laborales igualitarias y ambientes laborales donde no seamos acosadas y donde nuestro criterio no sea minimizado solo por el hecho de ser mujeres.

Por eso, cualquier regalo que podamos recibir hoy es una bagatela frente a todo aquello que, por derecho propio, estamos exigiendo.

Un comentario en “Poquito

  1. Estoy de acuerdo con todo el texto, y más cuando dices: «Que nos den asientos y vagones exclusivos en el transporte público como si fuéramos seres indefensos es ridículo», dado que se estaba buscando crear una ley donde la mujer tuviera asientos exclusivos en el transporte público.
    Nosotros no estamos discapacitadas ( no quiero ofender a nadie) pero no necesitamos protección por el sólo hecho de ser mujer. No se pueden buscar soluciones superficiales a un problema tan cultural y que viene de la educación.
    Muy bien.

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